M, el vampiro de Düsseldorf (1931)

•junio 10, 2008 • 2 comentarios

Fritz Lang crea con M otra obra maestra indiscutible del cine. Si en su anterior Metrópolis (1927) demostraba ya la capacidad de hondura y profundidad del género cinematográfico, con M lograría edificar patrones estéticos, argumentales y técnicos, que posteriormente se repetirían a lo largo de toda la historia del cine.

El argumento, que posiblemente está basado en hechos reales sucedidos años antes en la ciudad alemana de Düsseldorf, es ya de por sí escalofriante: La sociedad está escandalizada por el asesinato de una serie de niñas, hecho que vine cometiéndose desde hace tiempo. Tras el último de estos crímenes, el nerviosismo del pueblo crece, lo cual deviene en que las autoridades presionen a la policía para que logre dar de una vez con el asesino. Las contínuas redadas de los bajos fondos por parte de estos, hace que el hampa se vea también afectada en el asunto, dado que sus negocios se están viendo afectados.

Se pueden distinguir varias partes bien diferenciadas dentro de la estructura de la película. La primera contendría los hechos del último asesinato. La segunda abarcaría la parte reactiva : desde la paranoia del vecino que sospecha de su igual, pasando por las noticias del periódico, el miedo del pueblo, la presión del gobierno hacia la policía, la de la policía a los bajos fondos… hasta la decisión de los miembros del hampa de participar en la búsqueda del asesesino. La tercera y última parte estaría formada por la impresionante secuencia del juicio al asesino, magistralmente interpretado por Peter Lorre.

Aunque la película contiene escenas absolutamente extraordinarias, como aquella en la que la sombra del asesino se proyecta sobre uno de los carteles donde se anuncia su búsqueda, o esa en la que el asesino descubre la M con la que han marcado su espalda; sin duda la que queda más fuertemente tatuada en la conciencia es la escena del monólogo final y desquiciado de Peter Lorre. Éste se convierte en un espejo para la sociedad cuando grita «¿Quienes sois vosotros para juzgarme a mi?», y eso se lo grita a la misma sociedad alemana que años más tarde sustentaría el nazismo. Además, el monólogo, explosión emocional y disección psicopatológica del personaje, dilucida de forma indirecta un diagnóstico:

Leo en los periódicos y me pregunto ¿He hecho yo eso? Y no puedo recordarlo, vosotros no podeis comprender lo que significa llevar en el interior dos voces como yo llevo, gritando, gritándome constantemente ¡No lo hagas! ¡Mata! ¡No lo hagas! ¡Mata! Y las voces siguen enloqueciéndome y yo quiero impedirlo pero no puedo evitarlo ¡No puedo!

Tal vez éste monólogo y el conocimiento de esa voz interior, justifique ese característico silbido del asesino cada vez que va a cometer un crimen. Usado, tal vez, como método para acallar las voces que le gritan por dentro. Éstas, las voces, son un síntoma inequívoco de la escisión de conciencia: esquizofrenia.

Notas:

La película fué censurada en Alemania en 1934.

El título completo de la película incluía «El asesino (Mörder) está entre nosotros», lo cual no gustó al ascendente régimen Nazi.

En el guión de la película colaboró Thea Von Harbou, esposa de Fritz Lang. Un año después ésta se uniría al partido Nazi.

Fué la primera película de Lang hablada. Un año antes el sonido se había incorporado por primera vez al cine.

Fué la penúltima película que rodó Lang en Alemania, antes de su exilio.

El silbido del asesino es «In the Hall of the Mountain King» pieza creada por Edvard Grieg para la obra teatral Peer Gynt de Ibsen.

La película en español fué titulada como «M, el vampiro de Düsselforf»; aunque el título original fué simplemente «M».

El elogio de la sombra

•junio 8, 2008 • 1 comentario

El Elogio de la Sombra es un libro del japonés Junichiro Tanizaki.

En él habla de la potencia evocadora de la sombra en la sensibilidad estética japonesa. En contraposición encontramos el occidental gusto por la luminosidad y simetría.

Mientras que en occidente las ventanas siempre han sido fuentes de vitalidad, en las antiguas casas tradicionales japonesas existía el toko no ma, un hueco que normalmente se adorna con una pintura: En éste la belleza nace de la armonía de ese cuadro con la sombra.

Quiero aquí, mediante éste espacio, elogiar tanto la luz occidental como la sombra oriental. Siempre me ha llamado la atención la poderosa fuerza emocional que sobre mí ejercen las películas antiguas, y más concretamente el cine en blanco y negro.

Quiere ser éste un diario de esos claroscuros.